martes, 11 de enero de 2011

Las Rocas Nocturnas

El silencio era sepulcral cuando aparecieron los primeros.
Al comenzar la noche, el frío viento se había convertido en un susurro, que amenazaba con envolver en su mortal sueño a los centinelas, pero estos, impasibles, habían aguantado con entereza sus húmedos embates, oteando el horizonte desde sus puestos de vigilancia.
Durante generaciones, los centinelas de Rhyirgir habían custodiado la frontera durante las noches desde las montañas, situados en los altos balcones de roca blanca. Gracias a ellos, las Rocas Nocturnas se habían convertido en la última línea de defensa, y los centinelas habían tomado la labor de convertirse en los silenciosos custodios de aquella franja entre las primeras líneas de altos y recios árboles del bosque y las montañas. Eran los defensores de la tierra de nadie. Y en aquel momento, a Matrynn jamás le había parecido tan absurdo.
—Otra vez aquí —murmuró con hastío.
La noche avanzaba con una lentitud exasperante, pero jamás se le habría ocurrido abandonar su puesto. El precio por abandonar el balcón de roca, la última frontera de Rhyirgir, era el destierro. Sin embargo, casi le parecía una idea tentadora abandonar una vigilancia tan vana como aquella, una espera por algo que jamás llegaba.
Coronando el balcón, el fuego de la pira temblaba violentamente. Con una mirada a su alrededor, pudo comprobar que no solo eran Matrynn y sus compañeros los que tenían que soportar que el viento tratara de empujarlos contra la pared montañosa, sino que las hogueras también tenían que luchar por permanecer encendidas.
— ¿Que hay, Matrynn? —Dijo de pronto una voz a su espalda.
— ¡Zybar! —Respondió éste, sobresaltado—. ¡Casi me matas del susto!
—Lo siento —se disculpó, riendo entre dientes, mientras avanzaba hasta situarse junto a él.
Matrynn aprovechó y, como tantas otras veces, le examinó de arriba abajo. Al igual que él, había cubierto el uniforme gris que llevaba puesto con una gruesa piel de uro, pues ni siquiera la pira que ardía sobre sus cabezas conseguía resguardarles del terrible frío. Zybar, por su parte, tenía todo el aspecto de un cuervo. Además de ser enjuto y caminar encorvado, tenía una desgreñada melena negra y una larga nariz, sobresaliendo como una alta montaña que se erguía dominante sobre una espesa barba. Sus grises ojos lo examinaban todo con una gran rapidez. Matrynn, en cambio, era más esbelto, pero mucho más pausado. Los mechones de pelo rojo, similares a los de la mayoría de hombres y mujeres de las Rocas Nocturnas, caían sobre su frente, y sus ojos eran de un azul tan gélido como todo en aquel lugar. A simple vista, nadie diría que Zybar era uno de los hijos de la montaña.
— ¿Qué tal la vigilancia? —Inquirió, sin apartar la vista del horizonte.
—Sin novedad... ¿has hablado con algún vigilante más?
Éste asintió con la cabeza.
—Acabo de hablar con Zemth —respondió—. No ha parado de quejarse en todo el rato. "Que vengan a cuidar de la hoguera", "tengo hambre", "donde está mi sustituto...".
Matrynn no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro. Las primeras guardias de los centinelas recién formados eran las peores. Luego, el cuerpo se acostumbraba a la soledad, al frío y a la oscuridad. Por así decirlo, el corazón se habituaba a la vida de vigilante.
—Pronto será uno más —murmuró. Aunque lo hizo para sí mismo, Zybar asintió, mostrándole su acuerdo.
Sin embargo, algo les distrajo de sus pensamientos hacia el joven Zemth, algo había cambiado.
— ¿Qué demonios ha pasado? —Exclamó más que preguntó.
Pero, antes de que Zybar pudiese darle una respuesta, caí en la cuenta de lo que pasaba. El viento había cesado de golpe. Aunque aquello era un alivio para ellos, la ausencia de las corrientes de aire que les acompañaban todas las noches durante sus vigilancias era una señal inequívoca de problemas. Había demasiado silencio como para que aquello no fuese una señal de que algo iba terriblemente mal.
Con los cinco sentidos alerta, Matrynn escudriñó cada punto del bosque, pero fue inútil.
— ¿Has visto algo? —Preguntó a su acompañante, pero este negó vehementemente con la cabeza.
De pronto, desde uno de los balcones, pudo oírse con claridad un fuerte grito.
— ¡Están aquí! ¡Están aquí!
En cuanto aquellas palabras llegaron hasta sus oídos, se encendió una hoguera justo bajo sus pies. De inmediato, por todo aquel terreno baldío entre el bosque y la montaña, comenzaron a aparecer espontáneamente numerosas fogatas, las cuales se movían en dirección a ellos.
— ¿De dónde han salido? —Murmuró, desviando la mirada hacia su acompañante.
Sin embargo, en lugar de contestarle, éste señaló de nuevo hacia el suelo. Al volver la vista hacia allí, se encontró con que aquellas llamas formaban una gruesa y humeante serpiente que avanzaba hacia ellos desde el bosque. No había duda alguna, eran los hombres de las llanuras.
— ¡Tocad los cuernos! —Gritó Matrynn con toda la fuerza de sus pulmones—. ¡Hombres de las llanuras! ¡Tocad los cuernos!
Inmediatamente, el aviso comenzó a reproducirse por todos los balcones de la pared montañosa. Zybar, entretanto, subió corriendo las escalerillas que conducían a la pira ardiente del balcón, cogió una de las tinas con agua que había preparadas y la arrojó sobre las llamas.
Al fin, el grave sonido de los cuernos retumbó por toda la montaña, y todas las piras fueron apagadas. Todo estaba dispuesto.
Aquella era la primera vez que sus ojos veían una batalla en las Rocas Nocturnas, al igual que la mayoría de los centinelas, y se preguntó si su adiestramiento sería suficiente, y si los que ya habían vivido situaciones similares podrían recordar qué debían hacer.
Mientras las llamas comenzaban a acercarse más y más sobre las rocas, Matrynn resopló con fuerza. Aquella noche, nadie dormiría sobre las Rocas Nocturnas.

4 comentarios:

  1. Bueno, es quizás un poco tarde para hacer un comentario como "dios" manda (sonc asi las cuatro, jaja), pero sí puedo decir que es un buen comienzo. No se describe a los personajes con profundidad, es algo casi totalmente físico, así que me ayuda a imaginármelos un poco, y querer saber más sobre ellos. Me gusta el diálogo, es, digamos, fresco, no como el típico pesado diálogo de algunas novelas de literatura fantástica demasiado surrealista para realmente ser una conversación entre humanos. Por eso me gusta. Igual que el comienzo de la trama, con acción, con ese misterio que siempre tiene la fantasía épica, con ese paisaje y esa caracterización de los personajes.
    Por el momento no tengo más que añadir, ni ninguna pregunta que necesite resolver, así que... Me voy a leer el siguiente. ^^
    Buen trabajo, Sombra Verde. :)

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  2. Visto mi comentario me he vuelto a dar cuenta de que abuso de las comas. O eso, o escribo oraciones demasiado largas para leerlas en voz alta. Lo mío son los extremos! xD
    Comentario de monólogo interior. No le hagáis caso. xD

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  3. Ha sido una grata sorpresa asomarse a este blog. Los personajes, los parajes...recuerdan a lo mejorcito de la fantasía épica. Prometo hacerme seguidor de este estupendo espacio, leer y comentar de forma habitual

    Fdo.- http://pelagioserienegra.blogspot.com

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  4. De acuerdo, muchas gracias por tu interés, y, bueno, para eso estamos.

    Un saludo.

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